La primera parte de esta séptima entrega de “Misión: Imposible” es tremenda. Entretenida, reflexiva y divertida, no aburre al espectador en ningún momento y lo mantiene atento en cada secuencia que ocurre.
Esta vez, el agente de la FMI (Fuerza de Misión Imposible) Ethan Hunt interpretado por el gran Tom Cruise se enfrenta a una misión muy delicada y muy peligrosa: encontrar la otra mitad de una llave con forma de cruz a través de la que se accede a la activación de una arma muy poderosa que se revela contra el mundo denominada “La Entidad”. Durante la búsqueda junto a sus amigos con los que viene trabajando desde hace tiempo (Luther Stickell y Benji Dunn), conoce a Grace (Halley Atwell), una ladrona que se alía con él después de que un importante personaje muere en la mitad de la cinta. El villano de nombre Gabriel (interpretado por Esai Morales) es muy inteligente y tiene una mirada que transmite tensión y tenebrosidad. A su vez, está vinculado a un hecho trágico en la vida de Hunt antes de que éste se convirtiera en un agente de inteligencia 30 años atrás.
Las escenas de acción son increíbles y están muy bien construidas, sobre todo la parte en la que Ethan salta al vacío desde un acantilado subido a una moto. Ver eso es algo único y sin desperdicio que está imbuido de una atmósfera especial que sólo lo tiene el simple hecho de verlo en la pantalla grande. Además, son apreciables los momentos de humor junto a la dinámica de acción e intensidad que envuelve a la totalidad de una película cuyo argumento claramente es muy interesante. Sumado a eso, la dirección, nuevamente a cargo de Christopher McQuarrie, no escatima en los planos y en el sonido.
Tratándose de que es la primera parte de una misión imposible con sentencia mortal, está la obviedad de que en el final hay un cliffhanger, es decir, un final con suspenso que la puerta abierta a lo que vendrá en la segunda y última parte que se va a estrenar a mediados del próximo año.
Luciano Ingaramo