Ver “Misión: Imposible Repercusión” es como hacer un viaje en una montaña rusa de un fuerte cóctel de emociones. El director, Christopher McQuarrie, puso el acento en una gran carga emocional envuelta en un suspenso tremendo que mantiene al espectador pegado a la butaca, atento y nervioso con la incertidumbre de lo que va a suceder a medida que la cinta avanza. Además, McQuarrie supo establecer un equilibrio entre las dos cuestiones esenciales del cine: el entretenimiento y la reflexión. La entrega física de Tom Cruise es sorprendente: conserva un aspecto juvenil que lo mantiene alejado de sus 56 años. El film es excelente, es lejos el mejor de la saga.
Esta entrega, a diferencia de las cinco anteriores, comienza de una forma poco convencional: una escena sin acción. Lo primero que vemos es un sueño que se transforma en una pesadilla en un lugar paradisíaco donde Ethan Hunt (Tom Cruise) y su esposa Julia Meade (Michelle Monaghan) renuevan sus votos con la potestad de un sacerdote que es nada menos que Solomon Lane (Sean Harris), el villano de la película anterior. De repente, el agente secreto del FMI (Fuerza de Misión Imposible) despierta sobresaltado en su casa en Belfast, Irlanda del Norte, donde recibe un paquete con su nueva misión: impedir que un remanente de “El Sindicato” (la organización terrorista del anarquista Lane) apodado “Los Apóstoles” y vinculado con un traficante de armas llamado John Lark, obtenga tres esferas de plutonio para el uso de armas nucleares.
Se destacan potentes escenas de acción que establecen puntos de contacto con las películas anteriores en clave de homenajes: una especie de compendio de toda la saga. A la vez, aparecen elementos nuevos sin que haya sola escena de más y que llevan al protagonista por las locaciones de París, Londres y Cachemira.
Hunt tendrá que buscar la manera de cerrar un círculo en el que se metió en la ciudad de Berlín, Alemania, después de fracasar en la misión asignada. Es su pasado el que tras dos años, vuelve para atormentarlo y hacer que su carrera como agente de inteligencia termine con sus manos manchadas de sangre. Para evitar esto, deberá afrontar la repercusión de todas sus buenas intenciones, es decir, de todas las decisiones que tomó en su vida. Ésa es su misión emocional, la cual decide aceptarla.
Luciano Ingaramo