La quinta y última película de Indiana Jones (titulada “Indiana Jones y el dial del destino”) es entretenida, divertida y reflexiva al igual que las anteriores, con la diferencia de que el tono es distinto: hay menos chistes. Steven Spielberg ya no está detrás de las cámaras (aunque figura como productor ejecutivo) sino James Mangold, director de “Logan”.
El film empieza con una secuencia retrospectiva en Alemania, en el año 1944. Indy es capturado por los nazis en un castillo. El rejuvenecimiento facial de la cara de Ford mediante la tecnología CGI, es decir imágenes generadas por computadora, está muy bien hecho y no se nota en casi ningún plano. Indy se encuentra tras la búsqueda de la Lanza de Longino, el cuchillo usado para extraer la sangre de Cristo. Y hay una sorpresa: es falso, y en el tren donde los nazis tienen muchos tesoros robados está la mitad de la Anticitera, el engranaje creado por el matemático griego Arquímedes en el siglo III antes de Cristo.
Luego de la secuencia de acción del prólogo en la que pelea con un científico nazi llamado Jurgen Voller (el personaje de Mads Mikkelsen) pasamos al presente: ciudad de Nueva York, año 1969. Nuestro héroe se encuentra dormido en una silla del living de su departamento y lo despierta una canción de “The Beatles”. Él se jubiló, pero dicta clases en el Hunter College. Ahí lo visita Helena (Phoebe Waller-Bridge), su ahijada. Hacía 18 años que no la veía. Ella -hija del profesor Basil Shaw (Toby Jones) que lo acompañaba en la aventura en 1944-, le dice que también es arqueóloga y quiere acompañarlo a buscar la otra mitad del artefacto de Arquímedes. Así, Indiana se embarca en una nueva aventura que lo llevará por varios sitios en busca del dial que puede cambiar el curso de la historia.
Hay varios guiños y sorpresas a lo largo de la cinta que dejarán contentos a los fans. El desempeño actoral de Ford y Waller-Bridge está a la altura de sus respectivos personajes al igual que John Rhys-Davies interpretando nuevamente a Sallah (un viejo y entrañable amigo de Indy) y Antonio Banderas en el rol de Renaldo, otro viejo amigo que lo ayudará en el camino de su aventura. También, el villano no escatima en esencia de maldad y perversión. Mikkelsen interpreta a un tipo vil y detestable. Sumado a esto, se aprecia el dinamismo de los planos.
En cuanto al vínculo de Indy con su ahijada, hay una competencia sana que explora quién sabe más sobre el dispositivo mecánico diseñado por Arquímedes. En esta cuestión, el ego de Helena no es un detalle menor.
El final dejará con la boca abierta al espectador y le demostrará que el Dr. Jones es alguien que llega en buena forma a la vejez de su vida: un sabio arqueólogo.
Luciano Ingaramo