La película “El hombre araña: sin camino a casa” es una multiplicidad heroica que se apoya y se potencia en la diversidad que muestra. A la vez que hace fan service ofrece algo nuevo y distinto: juntar a tres generaciones para hacer una conexión muy interesante. Una suerte de alineación de universos o dimensiones paralelas. Respecto a esa cuestión, el eje central es la familiaridad. Un reencuentro con lo ya visto mediante guiños y sorpresas. Toda la cinta gira alrededor del pasado vinculado con el presente.
Además, hay un mensaje sobre una crisis de valores morales. Peter Parker debe decidir lo que él considera que está bien y a su vez lo que el Dr. Strange (el personaje que concreta el hechizo para que casi todo el mundo olvide que Parker es el hombre araña, menos su novia, sus mejores amigos y su tía May) está seguro que está mal. Por un momento, la línea entre el bien y el mal se torna difusa.
El director (Jon Watts), no escatima en las escenas de acción ni tampoco en la manera en que las distribuye a lo largo del filme, mientras que el superhéroe arácnido trata de resolver la nefasta consecuencia de la distorsión del hechizo cometida por el Dr. Strange: el multiverso del pasado de otros mundos vuelve para acechar al héroe de la telaraña.
Se destaca el desarrollo de la personalidad de todos los villanos, y la gala de sus habilidades contra el héroe para demostrar que son los mismos de siempre pero recargados.
Esta gran obra cinematográfica resuelve el conflicto principal del argumento luego de dos horas y media de duración, con un final sorprendente que dejará al espectador satisfecho y pensante dejando en claro que en ciertas situaciones, las consecuencias de nuestras decisiones tienen un precio alto.
Luciano Ingaramo