El pasado 10 de diciembre, no sólo fue el aniversario de los 35 años del regreso de la democracia de la mano de la asunción de Raúl Alfonsín, sino también de los 3 años de que un gobierno ni justicialista, ni radical ni militar llegó al poder: el de Mauricio Macri con la coalición Cambiemos
La ideología del hijo del empresario Franco Macri, coincide en parte con la de Arturo Frondizi: si bien no es radical, se identifica con el desarrollismo, cuyo mentor fue Rogelio Frigerio. Por eso, no es una casualidad que Macri considere que el motor de la economía es la inversión y no el consumo, lo que no quiere decir que esté en contra de éste, la exportación y la importación. No lo está. No ha habido hasta ahora, restricciones para la salida y la entrada de ningún producto. Ahora bien, es cierto que Macri no es peronista, pero también es cierto que no es antiperonista. Eso explica que tenga como referencia una magnífica frase de Juan Domingo Perón: “La productividad es la estrella polar que debe guiarnos en todas las concepciones económicas y en todas las soluciones económicas”. A su vez, esto refleja la convicción de Macri de que el norte al que un país debe apuntar es la productividad. Ergo, no cree que el modelo de economía de mercado ni el modelo de economía de Estado (en ambos hay un sector que tiene un rol preeminente en la economía), puedan dar soluciones a los problemas de la sociedad. Más bien, cree que el mercado es el más apto para generar riqueza y el Estado es el más apto para distribuirla y que la resultante de esta combinación es la productividad, es decir, la relación entre la cantidad de productos obtenidos mediante un sistema productivo y los recursos empleados en su producción. Respecto a su corriente económica, claramente cree que el mejor sistema de economía es el mixto: en noviembre de 2016, dio el visto bueno a la aprobación en el Senado del régimen PPP (Participación Público Privada) para el desarrollo de la obra pública. O sea, Macri coincide con el pensamiento de John Maynard Keynes, un economista inglés que inspiró a Franklin Roosevelt en la creación del New Deal (un plan de medidas económicas para rescatar a Estados Unidos de una depresión económica), que es denostado por los fundamentalistas de mercado y malinterpretado por los fundamentalistas de Estado.
Afirmar que Cambiemos es un gobierno de corte neoliberal que sólo beneficia a los ricos es inverosímil. Prueba de ello, es su consentimiento en la aprobación de la Ley de Defensa de la Competencia que busca castigar la formación monopolios y la consolidación de intereses monopólicos en el mercado. Otra evidencia, es que el PAMI (una obra social de jubilados y pensionados administrada por el Ministerio de Salud), logró volver a comprar medicamentos sin los intermediarios de los laboratorios. Una paradoja sorprendente: Macri afectó los intereses de uno de los sectores de mayor peso dentro del poder económico, el seno de donde él proviene.
En cuanto a la publicidad oficial, a diferencia del kirchnerismo este gobierno hizo una reducción significativa del gasto en pauta publicitaria: un 47% menos. Sin embargo, continúa con la incurrencia de una práctica negativa: el reparto inequitativo de la pauta oficial. Se le da más a pauta a ciertos medios de comunicación que a otros.
Con la prensa, Macri y el resto del Gobierno logró un buen vínculo. Su apertura hacia ella, se ve reflejada en responder las preguntas cada vez que da una conferencia de prensa. Además, no hay ningún medio privado que esté en manos de algún funcionario gubernamental o de algún empresario amigo de Macri. Por lo tanto, se puede afirmar que la libertad de prensa y expresión está en su punto más alto después de la presidencia de Alfonsín.
En materia de Justicia, Cambiemos claramente no interfiere en el Poder Judicial. No hay operadores que cambien carátulas de causas a la medida del gusto del oficialismo. De hecho, Macri no llamó al juez federal Claudio Bonadío para impedir que familiares suyos (Franco Macri y Gianfranco Macri), sean citados a indagatoria para dar su testimonio por el escándalo de las causa de los cuadernos de las coimas del gobierno kirchnerista. Sin embargo, en octubre pasado la diputada Elisa Carrió (fundadora de la coalición gobernante), persistió en denunciar a Daniel Angelici -presidente del Club Atlético Boca Juniors y amigo de Macri-, como un operador de la Justicia. A la luz de los hechos, no hay ningún indicio y ninguna prueba de que Angelici esté involucrado en el manejo de la Justicia, al margen de que conoce jueces y fiscales por su condición lógica de abogado.
“A Angelici lo conozco, pero nunca le di nada ni opera nada para mí. Pero maneja juego. Sí, pero nunca le di nada a Daniel. Es un empresario que tiene bingos que se los han dado los radicales. Además, ¿qué vas a decir de él”, le dijo Macri a Carrió en una conversación privada en enero de 2015, en una casa de la localidad de San Isidro correspondiente al empresario Javier Campos, un amigo de ambos, según lo revelado en el libro “Macri confidencial” (2016) del periodista Ignacio Zuleta.
Acerca de la economía, claramente el Gobierno no logró los resultados esperados: si bien la pobreza y la inflación habían empezado a bajar en 2017, durante gran parte de este año volvieron a subir. Tampoco llegó el aluvión de inversiones que el Jefe de Estado prometió al inicio de su mandato, aunque sí hubo y hay algunas inversiones extranjeras. “Éste es un Gobierno que respeta la ley, la institucionalidad y la actividad privada pero le falta previsibilidad”, afirmó el empresario riojano Daniel Funes. Tiene razón. La falta de previsibilidad, es una consecuencia del exceso de optimismo del que peca Macri y Nicolás Dujovne, su ministro de Economía. Tal es así, que el presidente reconoció en una entrevista concedida al periodista Jorge Lanata en el mes de junio, que las metas de reducción de la inflación acordadas en diciembre de 2017 habían sido erróneas. El Gobierno debería ponerse objetivos que sean, -contra cualquier obstáculo que pueda aparecer- previsibles de cumplir. De lo contrario, nunca se podrá llegar a la concreción de las metas trazadas.
A principios de mayo, Macri sorprendió con el anuncio del pedido de un préstamo al FMI (Fondo Monetario Internacional), -dirigido por la abogada y política francesa Christine Lagarde-, que derivó en un acuerdo de un desembolso por un monto total de 56.000 millones de dólares. Hay una diferencia relevante: esta vez, el FMI no le impondrá el modo de llegada a los objetivos que Macri debe cumplir para poder utilizar el dinero prestado por el acreedor citado. La finalidad del pedido de este empréstito, es cubrir el alto déficit fiscal que dejó el gobierno saliente, o sea, el equilibrio de las cuentas fiscales. Algunos economistas sostienen que no había alternativa a esta medida, otros dicen que había otro camino. Está por verse. El tiempo le dará a la razón a los primeros o a los segundos.
En materia de política exterior, Macri tuvo un logro histórico: presidió el G-20 en el Teatro Colón y al margen de diferencias ideológicas o de los proyectos de poder ligados a la agenda mundial, obtuvo el respaldo de Donald Trump, Xi Jinping, Vladimir Putin y Emmanuel Macron, entre otros líderes globales. No hay antecedentes en la historia de la democracia moderna Argentina, que demuestre que un presidente exhiba semejante apoyo internacional.
Macri tiene clara cuál es su ambición: afianzar un cambio de fondo en la sociedad Argentina, que no sea sólo político, económico y educativo sino también cultural. Y sabe muy bien que para poder lograrlo, debe ir por la reelección en las elecciones de octubre de 2019. En su anhelo avanza gradualmente con obstáculos en el medio, lo que indica cuál es la cuestión de fondo: un cambio difícil de consolidar.
Luciano Ingaramo