Ver “Ripley” es como ver una serie policial del estilo hitchockiano (en referencia al célebre director Alfred Hitchcock) que descansa en un riguroso blanco y negro. Un claroscuro, es decir, un contraste de luces y sombras durante la década del ‘60. Es una serie sobria, con un ritmo lento y un argumento interesante.
El actor Andrew Scott interpreta al protagonista, Thomas Ripley, quien a medida que la trama avanza a lo largo de los ocho episodios, demuestra sus habilidades para simular ser Richard Greenleaf (interpretado por Johnny Flynn) aprovechándose de su identidad, falsificando cheques para llevar una vida de lujo en costosos hoteles en Italia, mientras que se ocupa de hacerle creer a Marge Sherwood (la novia de Richard interpretada por Dakota Fanning) que Dickie sigue vivo en alguna parte de Italia, cuando en realidad está muerto como consecuencia del homicidio ejecutado por él mismo.
Esta serie es puro suspenso, hay mucho diálogo y poca acción, con planos hacia abajo y hacia arriba que recorren la belleza de varias ciudades de Italia: Nápoles, San Remo, Roma y Venecia. Además, mantiene la curiosidad del espectador por querer saber cuál es el curso de los acontecimientos.
Tom Ripley se las ingenia para sostener sus mentiras y hacerle creer a un inspector de Roma llamado Pietro Ravini, que él no tuvo nada que ver ni con el asesinato de Greenleaf ni tampoco con la muerte de Freddie Miles, un amigo de Dickie. El capítulo final, es sorprendente en cuanto a su habilidad para lograr escapar de la sospechosa situación en la que se ve envuelto. Su inteligencia como estafador para ocultar la siniestra verdad de sus actos macabros mediante su manipulación, deja en evidencia lo que él es en su esencia: un artista del engaño.
Luciano Ingaramo