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Macri: más de 100 días de cambio

by Luciano Ingaramo
 
Ya pasaron más de 100 días de la gestión del nuevo presidente electo, el ingeniero Mauricio Macri. 4 meses de cambio. Pero, ¿qué clase de cambio estamos transitando? ¿Un cambio positivo o uno negativo? Si nos guiamos por los hechos, ellos confirman que es un cambio para bien, para el bienestar y la armonía del país. El cambio del que nos habla quien fue presidente del Club Atlético Boca Juniors, es un cambio difícil, incómodo, intenso, desafiante, riesgoso, gradual pero sobre todo necesario y medular para concretar la consolidación de una democracia plena. Macri gobierna con las características propias de un ingeniero civil:                                                                      
-Afecto al medio ambiente y a las leyes.                
-Compromiso con la disciplina.                            
-Dedicación a lo que le apasiona.        
-Honestidad consigo mismo, con las personas y sus creencias.      
-Lealtad a su familia y amigos.               
-Participación cívica y deber para con su nación.                         
-Prudencia.                                                                                         
-Pragmatismo.                                   
-Respeto por la dignidad de las personas.                            
-Solidaridad.

O sea, implementa la ingeniería en el plano político.                                                      
Macri logró dominar su ego y moldear su carácter gracias a su incursión en la espiritualidad. Recurrió a una maestra budista que le brindó varias sesiones de una armonización  de los chakras (los centros energéticos alojados en diversas partes del cuerpo), cuya finalidad es el autoconocimiento mediante la terapia del uso de cuencos tibetanos y gongs. Un síntoma de esto, es que sus discursos no son autorreferenciales. Nunca habla de sí mismo ni mucho menos se jacta de los logros de su carrera política. Tampoco emite mensajes pretendidamente pedagógicos y pretendidamente interminables, como si estuviera dando una cátedra de cuatro horas consecutivas cuya única voz autorizada a hablar es él y nadie más. ¿Les es familiar? Más bien, hace todo lo contrario a lo que hacía su antecesor. De hecho, ejerce la política desde un liderazgo de estructura horizontal, es decir, la colaboración entre los individuos y la equitativa distribución del poder político.

En su momento, hubo un aluvión de críticas sobre un supuesto vacío ideológico del Pro (Propuesta Republicana), su partido político. Dicha hipótesis, es falsa. En noviembre de 2015, el líder de la coalición Cambiemos afirmó lo siguiente en una conferencia de prensa para los medios extranjeros: “Nuestra ideología es resolver, el hacer, construir cosas concretas alrededor de las ideas del progreso que todos tenemos. Lo nuestro es desarrollismo moderno del siglo XXI”. Hay algo que queda claro en esa respuesta: existe una ideología consistente. Sin lugar a dudas, es una clara referencia al histórico Presidente -quizás el mejor o uno de los mejores presidentes que tuvo Argentina- Arturo Frondizi. Él fue un dirigente radical-desarrollista y su presidencia fue exitosa pero quedó inconclusa. De las dos líneas ideológicas de Frondizi, el Pro se identifica con la segunda: el desarrollismo. Macri es el primer presidente que no es peronista, ni radical, ni militar. Tampoco es de izquierda ni de derecha. Esto no es casualidad: en el espectro político, el desarrollismo está ubicado en el centro y como ya se sabe, Propuesta Republicana es un partido de extremo centro: el punto equidistante entre izquierda y derecha; la combinación de los valores de la izquierda como la igualdad y la libertad, con los valores de la derecha, como el orden mínimo. La política del justo medio.

En fin, el 22 de noviembre de 2015, Argentina eligió un cambio: el camino del desarrollo a través de un equilibrio entre los extremos ideológicos (izquierda y derecha): el centro. Este sendero, que nosotros mismo decidimos comenzar a recorrer hace 120 días, implica una cuota de responsabilidad que debemos asumirla como propia para dejar de ser una sociedad inmadura, infantil y adolescente y transformarnos en una Nación madura, adulta y responsable de las consecuencias de sus conductas. Respecto al futuro, soy optimista y teniendo la certeza de que estamos viviendo un clima de adultez política, percibo que vamos dirigidos hacia una verdadera y profunda transmutación cultural que llevará mucho tiempo pero que ya está manifestando sus primeros signos.
 
Luciano Ingaramo

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