Se autodenominan “La resistencia”. Pero, ¿frente a qué están resistiendo? ¿Resisten una dictadura? ¿Resisten una persecución ideológica?. No. Están resistiendo -en vano-, la democracia que tanto nos costó recuperar hace más de 30 años.
La “resistencia” de la que hablaron y siguen hablando en reiteradas ocasiones como el cuento de nunca acabar, es absolutamente ficticia. El flamante periodista Jorge Lanata, los califica como “La banda” y afirmó recientemente que ellos tienen más presencia mediática que política.
El periodista Fernando Iglesias, los llama “El club del helicóptero”. En una edición de la revista Noticias, fueron aludidos con el título de “Los impresentables”. ¿Quiénes son los marginados del sistema democrático?. Son los mismos que integraron el último gobierno derechista, populista y autoritario que al finalizar su gestión, dejó un 30% de pobreza, una inflación del 30%, un déficit fiscal del 7% entre otras consecuencias nefastas como parte de una gran herencia desastrosa.
Doy el nombre y apellido de algunos de ellos: Amado Boudou, Axel Kicillof, Hebe de Bonafini, Luis D´Elía, Cesar Milani y Guillermo Moreno. Estos personajes caraduras, sinvergüenzas, irresponsables, maleducados, imbéciles, viles y corruptos siguen respondiendo las órdenes de su líder incondicional: la pasionaria de El Calafate, la Sra. Cristina Fernandez de Kirchner.
Es ella, quien los comanda. Es ella, la jefa de “La patrulla perdida”, como los calificó el gran periodista de investigación Luis Majul. ¿Cuál es el verdadero plan que tiene don gato y su pandilla? ¿Cuál es la finalidad con la que llaman a “resistir en las calles”? La respuesta, es clara, sencilla y contundente: resistir la democracia con el objetivo de la toma del poder por asalto.
Esta peligrosa meta, implica saltear la democracia. Para eso, es necesario lograr el derrocamiento del actual régimen centrista y desarrollista liderado por el ingeniero Mauricio Macri. Concretar su caída, significaría la entrega prematura de su mandato. Pero a los marginados, no les interesa para nada la democracia. No la conciben como un sistema ni tampoco como un verbo, sino tan sólo como un sustantivo, un concepto inútil e inaplicable, un sinónimo de chino básico.
Mientras tanto, continuan merodeando por ahí, molestando, haciendo ruido, débiles, sin rumbo, sin destino, sin futuro, poniéndole todos los palos posibles en la rueda a Macri. Protestan en la Plaza de Mayo reclamando sin coherencia alguna, intentan tener un poco más de poder. De nada les sirve gritar y agitar la bandera de su partido político (el “Frente para la vergüenza”); pues la ínfima cuota de poder que poseen se les escapa como líquido entre sus manos. Están cada vez más solos, cada día que pasa están más desgastados. Se encuentran sumidos en un proceso de demolición irreversible. Lo mismo sucede con su jefa, Cristina, la peor de todas. Junto a su tropa de fieles adeptos obsecuentes y perritos falderos, reza un lema característico de su fanatismo enfermizo: “Nosotros somos la patria, nosotros somos el pueblo y nosotros somos el Estado. El resto son oligarcas y traidores”. Una visión paupérrima, equívoca y sobre todo contradictoria del concepto de democracia.
Hoy, son solamente una página de la historia Argentina cuya sociedad, afortunada y triunfalmente, decidió dejar atrás con el voto expresado por la voluntad popular en la segunda vuelta de las elecciones del pasado 22 de noviembre. Que un pequeño grupo de delincuentes, saqueadores y mafiosos que ya no cuenta con los recursos del Estado para poder hacer lo que se les antoje, pretenda estar por encima de la democracia, es no reconocer la legitimidad de quienes fueron electos como gobernantes por esa vía.
Un ejemplo de ello, fue el rechazo histérico, infantil, escandaloso y vergonzoso que tuvo la “abogada exitosa”, cuando se negó a entregarle el bastón presidencial a su sucesor, como lo establece la Constitución Nacional. En relación a esta chapucería del kirchnerismo, el Presidente manifestó una expresión tajante en el discurso de la apertura de sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación el 1 de marzo: “Señores, hay que respetar el voto democrático”.
Luciano Ingaramo