1) Neonacionalismo estatista
Esta corriente se basa en una profunda desconfianza hacia el mercado y la actividad privada. El Estado tiene una fuerte y excesiva regulación de toda la actividad económica. Tiene un rol excesivo, ya que no sólo es un árbitro de los intereses sectoriales sino que también forma parte del sistema productivo. El Estado es el motor del desarrollo económico. El Estado es quien establece la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios. Asimismo, genera un aumento de la demanda de bienes y servicios, a través de la inyección de liquidez mediante subsidios, aumentos salariales convencionales y jubilatorios y créditos al consumo. Sostiene que la promoción del mercado interno es la mejor manera de estimular la productividad. El efecto inmediato es el de una bonanza que se va diluyendo con el paso del tiempo, si no se toman medidas estructurales.
Este modelo suele derivar en un proceso inflacionario, conforme el crecimiento súbito de la demanda que se genera artificialmente, el cual no es acompañado por una suba proporcional de la productividad. La inflación no es considerada por esta corriente como un problema grave, sino como un efecto colateral negativo pero accesorio de un proceso de crecimiento y distribución equitativa de la riqueza. Asimismo, suelen confundir el proceso inflacionario (el aumento sostenido de los precios) con uno de sus efectos (el deterioro del valor de la moneda nacional) por lo que reducen su combate a planes de controles o acuerdos de precios.
Discursivamente, suelen acusar al comportamiento malicioso (ansia desmedida de lucro, tendencia a la concentración de los principales grupos económicos, etc) de los actores económicos por el aumento del costo de vida.
Gastan más de lo que recaudan aunque genere déficit fiscal, el cual van a financiar principalmente con emisión monetaria, suba de impuestos y endeudamiento interno. También son cultores del “vivir con lo nuestro”, un Estado autónomo o aislado de los centros comerciales y financieros del mundo.
2) Neoliberalismo privatista
Sus exponentes consideran al mercado como el sistema normal de producción y distribución de la riqueza de un país. Desconfiados del Estado, proponen un proceso de desregulación de las variables económicas, un rol acotado de aquel como simple garante de la seguridad jurídica que atraiga inversiones y la privatización de todas las empresas estatales. El mercado es quien establece la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios y el Estado no interviene para corregir las fallas que surgen del otro. Suelen poner el acento en la necesidad de que el Estado tenga superávit fiscal, por lo que la reducción del gasto público es uno de sus principales postulados. Priorizan la relación del país con los centros financieros del mundo y con los grandes grupos económicos.
Conciben a la inflación como un problema de raíz básicamente monetaria, que se soluciona terminando con el déficit fiscal, lo que no demandaría mayor emisión monetaria. Frente a una posibilidad de alza de precios, promueven enfriar la economía subiendo la tasa de interés, disminuyendo la liquidez. Asimismo, suelen ser reticentes en materia de actualización salarial y beneficios sociales. Todo ello apunta a una contracción de la demanda como estrategia global para garantizar la estabilidad de la economía.
Una de sus máximas preocupaciones es mantener baja la tasa de riesgo país, a fin de tener acceso fácil al crédito internacional y a las inversiones extranjeras.
Otro rasgo derivado de la libertad económica propugnada por este espacio, es la tendencia a bajar los aranceles al comercio exterior, estimulando la competencia y considerando a todo el mundo como un único mercado. Esto deriva en políticas no proteccionistas de la industria local. También el tipo de cambio es fijado por el mercado.
Un rasgo similar con el neonacionalismo es su uso del crédito, que orienta sólo al consumo y no a la producción, ya que concibe a aquel como una actividad más sujeta a las reglas del mercado, por lo que sólo debe circular el crédito cuyo cobro esté garantizado. La banca destinada al estímulo de la producción no tiene sentido en este modelo, ya que la rentabilidad ofrecida por el mercado sería suficiente en sí misma.
Este modelo suele ser eficaz para generar riqueza, pero avala la concentración de la misma en pocas manos, lo que determina un debilitamiento del poder político del Estado y conflictos sociales generados por el estancamiento salarial y el aumento del desempleo.
3) Desarrollismo productivista
Ésta es una corriente que combina concepciones y herramientas de las dos anteriores.
Cree y desconfía por igual del mercado y del Estado, viendo al primero como el más apto para generar riqueza, y al segundo como el más idóneo para distribuirla de manera equitativa. El mercado es quien establece la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios y el Estado interviene de forma parcial para corregir las fallas que surgen del otro.
Promueve una convivencia entre Estado y mercado, con mayor pragmatismo y gradualismo que las dos posturas antagónicas vistas con anterioridad. El Estado orienta, fija prioridades, estimula y crea condiciones mediante la utilización de tres herramientas básicas: el impuesto, el arancel y el crédito. Suelen desarrollar políticas proteccionistas de la industria nacional a través de un tipo de cambio alto, y orientando el crédito como fomento a la producción y no al consumo.
Promueven la actualización salarial a través de las convenciones colectivas, pero en ocasiones críticas proponen la generación de pactos sociales entre el Estado, el empresariado y el sindicalismo, tendientes a generar un marco de estabilidad para concretar inversiones extranjeras y locales.
Conciben a la inflación como un fenómeno estructural y no sólo monetario. Para combatirla, sostienen que el aumento de la emisión monetaria no sólo no tiene que superar el nivel de reservas, sino que tiene que ser acompañada por un aumento proporcional de la productividad. Conceptualmente, tienden a contener los precios mediante un aumento de la oferta de bienes y servicios y no con la contracción de la demanda, como generalmente propone el neoliberalismo privatista.
Luciano Ingaramo