“11, mi cumpleaños” dice Gustavo Cerati en la letra de “# (Numeral)”, –el track escondido de su último y viajero disco, “Fuerza natural”– en referencia a la fecha de su aniversario. Su letra trata sobre la numerología y los números mágicos, siendo el epílogo de un viaje en el cual no hay que tener miedo a perderse en el camino y cuyo destino es incierto, pero lo que importa es disfrutar del recorrido. Aquella canción es una especie de síntesis de todo el álbum, compuesta esencialmente por una fusión de una suave carga de guitarras acústicas junto a una enérgica carga de guitarras eléctricas, siendo esto el reflejo de una expresión pura del folk psicodélico. “Este disco es puro deseo. Es como una cosa muy entusiasta y loca que iba recorriendo a medida que iba haciendo los temas. Toda la composición musical, la idea tímbrica, marcó la idea del viaje, de hacer que fuera como un vehículo”, había dicho su autor tras la edición del álbum el 1 de septiembre de 2009.
“Soy de leo, aparentemente con ascendente en leo, aunque me rijo más por el calendario maya, soy perro solar”. Ese testimonio del líder de la mítica banda Soda Stereo –quien había nacido el 11 de agosto de 1959 a las 06:35 a.m. en el Sanatorio Mater Dei ubicado en el barrio de Palermo Chico–, pertenece a una entrevista hecha por la periodista Mariana Arias en el ciclo televisivo “Dímelo tú”, emitido por canal América en enero de 2006.
“Si yo me retirara ahora en este momento, no creo que sea muy factible pero supongamos que sí, me iría contento, por Fuerza natural”, había dicho Gustavo en el inicio del documental de “Fuerza natural”. En otra nota de septiembre de 2009, esbozó que su nuevo material discográfico podía llegar a ser un buen cierre de su carrera en caso de retirarse: “El entusiasmo me lleva a pensar que este disco sería un buen legado si dejara de grabar discos”. Ocho meses más tarde, luego de haber tenido un ataque cerebrovascular isquémico, todas esas declaraciones que había dado, curiosa y sorprendentemente parecían haberse resignificado. Pero más allá de esta reflexión, no parece verosímil que en las letras de las canciones de “Fuerza natural” haya predicho que viviría una experiencia neurológica que lo llevaría a la muerte cuatro años más tarde. Él era una persona que amaba la vida. Por lo tanto, no estaba en sus planes morirse. Tal es así, que en la edición de la revista “El mercurio” de Chile en septiembre de 2009, había dicho lo siguiente: “Aún tengo mucho que dar”. En relación a esa cuestión, el periodista y biógrafo de Cerati, Sergio Marchi, opinó lo siguiente: “Gustavo consiguió algo muy importante con Fuerza natural, ese disco lo colmó, pero no quiere decir que esa satisfacción era para siempre. Seguramente iba a despertar de vuelta el apetito, y sabemos que siempre tenía hambre”.
“Fuerza natural es una bola de energía”, dice el periodista Gustavo Bove, autor del libro “Cerati, conversaciones íntimas” (2014).
La grabación del disco empezó a mediados de noviembre de 2008, tuvo un paréntesis desde enero hasta marzo de 2009, donde Gustavo se ocupó de componer las letras de las canciones en su chacra de José Ignacio, Uruguay, y terminó a mediados de junio de ese año. El guitarrista Gonzalo Córdoba, quien fue partícipe de todo ese proceso, comentó: “Yo nunca vi a nadie trabajar de esa manera, tan obsesivo, perfeccionista, incansable de la concentración. Al momento de ejecutar el riff de Fuerza natural estuvo entre seis y ocho horas para que suene como está en el disco”. En cuanto a las influencias, los discos que más inspiraron una dirección fueron “Raising sand” (2007) Robert Plant y Alllison Krauss con su modernización del sonido country, y Tom Petty, a quien Gustavo terminó de descubrir en aquel entonces con un compilado y además con “Highlay companion” (2006).
Al año siguiente, el sábado 15 de mayo de 2010, había dado un recital en el campo de fútbol de la Universidad Simón Bolívar en la ciudad de Caracas, Venezuela. Fue a las 21:05 cuando las luces se apagaron para luego encenderse y ahí estaba él con su guitarra, una gran sonrisa y mucho más comunicativo que en otros conciertos, dándole los primeros acordes al tema “Fuerza natural”, el primero de un repertorio de 24 canciones. Aquella noche, todo había sido perfecto. Cerati desplegó toda su energía junto a un sonido excelente. El evento culminó con el tema “Lago en el cielo”. “Ahí va un regalo, no mío, de la naturaleza o de lo que sea. Un lago en el cielo para todos, que acá estamos bien alto. Gracias Caracas”, expresó el virtuoso guitarrista antes de empezar a tocar la canción. Eran las 23:30 cuando el show terminó.
“Esa noche no sé por qué estaba arengadísimo y el solo de Lago en el cielo duró minutos y minutos; fue impresionante, él estaba en llamas”, rememora Córdoba.
Después de que bajó del escenario, Gustavo cenó lomo con papas fritas y ensalada y recibió visitas. Todo en el transcurso de una hora. “Fue el show más exitoso de la gira”, le dijo a su sonidista, Adrián Taverna, después de que éste entró a su camarín a saludarlo. Él observó que estaba comiendo de forma rara.
-¿Te sentís bien?- le preguntó.
-No, me duele mucho la cabeza- le respondió Gustavo.
“Fue uno de los mejores recitales de Gustavo Cerati que vi de su carrera solista. Él estaba muy lleno de energía”, dice Carlos Sánchez, el fotógrafo de Evenpro, la productora de espectáculos que organizó el show.
“Cuando entré a su camarín junto a mi asistente, Coral Carrasco, Gustavo estaba con su manager, Fernando Travi. Estaba súper lúcido y justo estaba terminando de cenar. Hablamos de varios temas”, cuenta Santiago Otero, el presidente de Evenpro.
Transcurrida la hora, afuera del camarín general había mucha gente y el resto de la banda estaba organizando la foto con todo el staff que sacaban cada vez que finalizaba un tramo de la gira. Fernando Samalea, el baterista, estaba subido a una silla acomodando la cámara arriba de un mueble para que disparara en automático. Mientras se amontonaban según sus indicaciones, el grupo se dio cuenta que faltaba Gustavo y el productor técnico (Diego Sáenz), le avisó que faltaba él. Entonces, se incorporó y se puso atrás de Taverna. Gustavo se había cambiado la ropa blanca de la segunda parte del concierto por una camisa, un chaleco y un saco, todos de color negro y un pantalón de jeans color celeste.
“Cuando estábamos agrupados en el camarín general para sacarnos la foto con todo el personal del tour, Gustavo entró con cara rara, como de desconectado”, dice Córdoba.
El primer disparo de la cámara salió pero sin flash, por lo que Samalea les pidió a todos que no se movieran mientras volvía a subirse a la silla para reprogramarla. Esta vez, el flash de la cámara funcionó y todos aplaudieron. Algunos se abrazaron mientras el grupo se dispersaba. Taverna también vio a Gustavo con el gesto cambiado: estaba muy pálido. Entonces, se dio vuelta y le preguntó si se sentía bien, pero no le respondió.
El asistente de Gustavo, Nicolás Bernaudo, fue el primero en darse cuenta que algo malo le estaba sucediendo. Tras haberlo visto caminar de manera rara hacia su camarín, precisamente con su marcha fuera de tiempo, lo siguió para ver qué le sucedía. Cuando entró, lo encontró acostado en el sofá, con el saco a un costado, la camisa y el chaleco parcialmente desabrochados y la boca entreabierta. Gustavo se podía mover por sí mismo, pero estaba abrumado y con dificultad para hablar. Bernaudo lo ayudó a sentarse, llamó al manager y fue a buscar al paramédico que estaba en la puerta. Fernando Travi, Diego Sáenz y Carlos Michel, que era el kinesiólogo de Cerati, ingresaron al camarín y rápidamente lograron que el personal de seguridad desalojara el lugar. Carlos Sánchez, que estaba bajando las escaleras para hacer unas últimas fotos de la recepción programada, se encontró con la situación. Su amigo, el paramédico Mario Vargas, ingresó inmediatamente al camarín pasadas las 24:30 del domingo 16 de mayo, -según consta en el informe médico-, le tomó la presión y su hallazgo fue que tenía una crisis hipertensiva: su presión arterial estaba en 160 y también tenía alta la frecuencia cardíaca y la respiratoria. Vargas le dijo a Travi que lo trasladaran a un centro hospitalario para hacerle unos estudios. El manager aceptó de inmediato y Cerati se paró, caminó hacia la camilla de la ambulancia que estaba a muy pocos metros y se montó sobre ella.
Varios minutos después, la ambulancia llegó al centro médico docente “La Trinidad”. El diagnóstico final con el que Gustavo había ingresado era el siguiente: crisis hipertensiva. ACV a descartar. Ya dentro del hospital, una enfermera le dio un sedante para que durmiera.
Unas cuantas horas más tarde, Gustavo se despertó. Seguía con dificultad para hablar, tenía paralizado el lado derecho de su cara, su brazo derecho y podía caminar. Durante el día almorzó, le hicieron varios estudios, merendó y cenó. También estuvo inquieto, yendo de la cama al sillón para mirar la televisión.
A la hora del té, sentado en el sillón, Gustavo comió una arepa de carne y otra de queso que Bernaudo le había comprado en un puesto debido a que Gustavo había asentido con su cabeza cuando junto a Taverna le preguntaron si tenía hambre.
“Yo estuve con él todo el día domingo en la clínica. Él estaba muy molesto y se preocupaba. Se comunicaba mediante gestos. Estaba muy agobiado”, recuerda su entrañable amigo, Taverna. Y añade: “Fue todo un día de mucha cautela, le hicieron diversos estudios y al transcurrir el día, hacia la noche iba recuperando más el humor. Nos pusimos a ver una película”.
A la noche, mientras veían el film, una enfermera entró a la habitación con la cena. Luego, Taverna volvió contento al hotel pensando que al día siguiente iban a volver a casa.
El lunes a la mañana, su cuadro neurológico se agravó: las enfermeras lo encontraron muy fastidioso agarrándose la cabeza con el brazo izquierdo, lo que evidenciaba que estaba sintiendo un dolor muy fuerte. Tras ese suceso, Gustavo se quedó dormido. O sea, había quedado en estado de coma. Después de que al otro día se le practicara una craneotomía para aliviar la presión intracraneal como consecuencia de un edema cerebral, volvería a su tierra natal en una aeroambulancia el 7 de junio, pasaría cuatro meses en el sanatorio FLENI y sería trasladado a la clínica ALCLA el 24 de octubre del mismo año, donde viviría sus últimos años persistiendo en el mismo estado, clínicamente estable y sin cambios significativos pero con sutiles mejorías.
Cuando estaba alojado en ALCLA, Gustavo permanecía cada día acostado en la cama o sentado en un sillón ortopédico, donde era asistido por todo tipo de profesionales. Además de los cuidados habituales que requería un cuadro de su gravedad -donde se le hacían chequeos y se le ejercitaban sus músculos-, también era sometido a distintas terapias alternativas como el reiki, la reflexología, la homeopatía y sobre todo la musicoterapia, con la que una mujer trabajaba a diario y sus respuestas, afirma, eran muchas. Según su madre, Lillian Clarke, todo ese trabajo conjunto era tan eficiente que su estado físico permanecía intacto; tanto su masa muscular como el color de su cara. “Vos lo veías y era una persona que estaba perfecta, estaba entero físicamente. La verdad, cuando se lo veía con su cara fresca era como si estuviera durmiendo, nada más”, indica esa mujer noble y transparente que frente a semejante circunstancia adversa, nunca bajó los brazos mediante el sostenimiento de una profunda fe. El compositor del hit “De música ligera”, se encontraba en la única habitación del primer piso que contaba con un dispositivo de seguridad que exigía el registro de huellas dactilares para lograr el ingreso. Su mamá, su tía Dora, sus hermanas Estela y Laura, y sus hijos Benito y Lisa, eran algunas de sus visitas habituales.
“Al no estar estresado, su cara estaba relajada, reflejaba paz. Y claramente tenía actos voluntarios”, cuenta un amigo suyo que lo visitaba en ALCLA una vez a la semana y cuya identidad se mantiene en reserva.
“El haber vivido el estado de coma, lo coloca a Gustavo en una situación superior con respecto a las experiencias que nos hacen crecer espiritualmente”, reflexiona Anastasia Chomyszyn, quien fue una de sus novias y la que definió el look que adoptó Soda Stereo en los años ’80.
A pesar de que el diagnóstico de los médicos de ALCLA reflejaba que no había algún rastro de conciencia, había un segundo diagnóstico hecho por neurólogos de diversas instituciones médicas que coincidía con la detección de signos de conciencia esporádicos que los miembros de su familia veían en él con claridad. Esa diagnosis, era la demostración de que en su interior había una mínima conciencia: Gustavo reconocía voces, respondía a estímulos, movía sus ojos cerrados, obedecía a órdenes sencillas, movía su boca con la intención de hablar, ladeaba su cabeza cuando alguien entraba a la habitación y sus pulsaciones subían cuando percibía la presencia de viejos amigos. “Yo miraba los monitores y los monitores no mienten. Cuando Gustavo se emocionaba por algo, sus pulsaciones aumentaban. Eso indicaba que una parte de él todavía estaba”, asegura Lillian. De hecho, a fines de 2010, poco después de haber ingresado a ALCLA, fue trasladado a un centro de alta complejidad para ser sometido a una resonancia magnética funcional. Con ese examen, se comprobó que al haber sido expuesto a cierto tipo de música que conscientemente reconocería, se encendían algunas partes de su cerebro vinculadas a las emociones.
Fueron cuatro años y tres meses de vigilia, 51 meses, 1.570 días, aguardando con esperanza y fe que sucediera un milagro: que el astro del rock despertara de su sueño profundo, es decir, que recuperara plenamente su conciencia. Durante ese largo compás de espera, colegas cercanos como Luis Alberto Spinetta, Leo García, Daniel Melero, Fabiana Cantilo, Martin Carrizo, Ricardo Mollo (cantante y guitarrista de Divididos), Charly García, Pedro Aznar, Fernando Ruiz Díaz (vocalista y guitarrista de Catupecu Machu), Andrea Álvarez, Fito Páez y Marcelo Moura (cantante de Virus) fueron varias de las figuras que se acercaron a la clínica para llevarle música y palabras de aliento. Además, a principios de diciembre de 2013, Zeta Bosio y Charly Alberti fueron a visitarlo de manera estrictamente confidencial. Se enteró muy poca gente antes de que se hiciera público. En un momento, Charly le habló a Gustavo y le tocó la mano. Lo que ocurrió fue muy fuerte: todos los aparatos a los que él estaba conectado empezaron a sonar, lo cual era una evidencia de que lo estaba escuchando.
A su vez, sus fans continuaron celebrando su cumpleaños cada año como un ritual, cantando sus canciones con guitarras criollas y acústicas en el muro de un estacionamiento frente a la clínica, y en reuniones realizadas en el Planetario Galileo Galilei, un lugar emblemático para ellos debido a que ahí se filmó el videoclip del tema “Zoom” de Soda Stereo, del cual fueron partícipes. En todo ese período, el filosófico y místico álbum “Fuerza natural” continuó vigente al igual que su creador.
Gustavo nos dejó su bella, inmensa y eterna obra para disfrutar cuantas veces queramos. Fue un arquitecto del sonido que buscaba la perfección y también un héroe de la música que evolucionó disco tras disco. Marcó una bisagra en la historia del rock argentino dejando una huella imborrable. Su corazón se volvió delator de su presencia durante el largo tiempo que permaneció dormido en la habitación de una clínica privada de la ciudad de la furia, en una atmósfera de silencio y contemplación, con su cuerpo intacto habiendo sido siempre un músico con fuerza natural. Estuvo acá con nosotros. Y seguirá estando cada vez que escuchemos una canción suya. Su legado es una luz que no deja de pulsar.
Luciano Ingaramo