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El plan de Perón contra la subversión de la guerrilla y el origen de la Triple A

by Luciano Ingaramo

Luego del asesinato del secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, ejecutado por la agrupación guerrillera Montoneros el 25 de septiembre de 1973, y del asalto del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) al cuartel de la localidad de Azul, el 19 enero de 1974, el presidente constitucional Juan Domingo Perón, se dispuso a enfrentar a las organizaciones de guerrilla con un proyecto de ley de reforma del Código Penal enviado al Congreso en abril de ese año, que fue rechazado por los diputados de la Juventud Peronista que respondían a Montoneros. Perón en ningún momento quiso que las Fuerzas Armadas participaran en la represión de la guerrilla, tal vez porque sentía una gran desconfianza por la alta oficialidad de las tres fuerzas, antiperonistas en su mayoría. Su intención de combatir a la subversión de las organizaciones armadas era a través de la ley y de un modo integral, no puramente militar. La reforma del Código Penal incluía cambios en la figura de la asociación ilícita y un agravamiento de las penas para la tenencia de armas de guerra.

José López Rega, -quien era el secretario privado de Perón y estaba al frente del ministerio de Bienestar Social-, comenzó a crear durante mayo de 1974 una organización clandestina denominada AAA (Alianza Anticomunista Argentina), que estaba integrada por policías retirados, militares, agentes de la SIDE y hasta por delincuentes comunes. El financiamiento se iba a hacer con el desvío de fondos públicos del ministerio de Bienestar Social. La misma iba a funcionar como una federación de grupos y no tenía una conducción centralizada, lo que explica claramente el hecho de que la misma empezó a tomar vuelo propio en algún momento posterior a la muerte de Perón. El objetivo era perseguir, secuestrar, torturar y eliminar a los sectores de la izquierda comunista infiltrados en el peronismo. 

Respecto a la sospecha de la responsabilidad que Perón pudo haber tenido en la creación de la Triple A, no existen evidencias ni documentales ni testimoniales de que él haya tenido una intervención en ordenar los asesinatos que caracterizaron a la Triple A, pero lo que sí hay es una responsabilidad política suya de haber puesto a José López Rega y a María Estela Martinez en las posiciones de poder que ocuparon en su tercer mandato.                                

El economista Carlos Leyba, quien fue subsecretario de Programación y Coordinación del ministerio de Economía durante el último gobierno de Perón, es contundente acerca de esta cuestión: Perón quería reprimir a la guerrilla, pero con el uso de la Policía Federal y siempre dentro del marco establecido por la ley. El ex-comandante de Gendarmería José Ricardo Spadaro, (quien fue testigo de un proyecto de ley antisubversiva enviado al Congreso a pedido expreso de Perón), está seguro de que el General Perón no aprobó la creación de las Tres A: “En los primeros días de junio de 1974, Perón creó la Secretaría de Seguridad a cargo del Gral. Alberto Samuel Cáceres para enfrentar a la insurgencia guerrillera con la ley. Debía asumir el 3 de julio. Perón falleció el 1 de ese mes. Isabel dejó en suspenso el decreto. Acompañé al Gral. Cáceres a esa reunión que mantuvo con Perón. Por tanto, de ningún modo considero que él haya consentido la barbarie de la Triple A”. El Dr. Carlos Augusto Seara, médico cardiólogo de Perón durante su última presidencia y que de todos los médicos, fue el que más lo conoció a él, Isabel y López Rega, dio su declaración sobre el tema: Todos los oficiales de custodia que comían con nosotros en el comedor de invitados, en conversaciones extraoficiales (nosotros ya habíamos pasado a ser entes del elenco estable), nos dijeron que la aparición de Rodolfo Eduardo Almirón y Juan Ramón Morales eran tipos que en los procedimientos entraban a lugares para hacer un allanamiento y tiraban a matar sin preguntar. Tenían entre los dos 60 muertos. Uno veía que tenían aspecto de gángster por su vestimenta, siempre estaban armados. Con nosotros no se metían. Yo nunca imaginé que esos tipos se dedicaban a eso. Mientras vivió Perón, la Triple A estaba en gestación pero no activa. Inclusive, el historiador estadounidense Joseph Page -biógrafo de Perón-, en su libro “Perón, una biografía” concluye que la aparición pública de la Triple A se sitúa 29 días después del fallecimiento de Perón: el 31 de julio de 1974. Día del homicidio del diputado Rodolfo Ortega Peña.

A espaldas de Perón, López Rega intentó operar sin éxito sobre el Gral. Miguel Ángel Iñiguez (jefe de la Policía Federal desde septiembre de 1973 hasta abril de 1974) para iniciar una represión fuera de la ley. “Él afirmaba -declara Iñiguez-, que había llegado la hora de secuestrar y matar a los adversarios. Y también que había que aniquilar a sus familias”. Al comunicarle al propio General Perón las demandas de “El brujo”, su respuesta fue inflexible en una conferencia celebrada en Vicente López, donde le dijo textualmente: “No le dé pelota a ese loco. Usted limítese a aplicar la ley”

El 21 de noviembre de 1973, una bomba colocada en el automóvil Renault 6 perteneciente al senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, explotó e hirió gravemente sus piernas pero no logró matarlo. En un comunicado publicado en los diarios, una organización se hizo responsable del hecho con la firma AAA (Alianza Antiimperialista Argentina). 

El senador Solari había actuado, antes de ser elegido, como defensor de presos políticos durante la dictadura militar de Alejandro Lanusse y en el presente había criticado muy duramente el proyecto de Ley de Asociaciones Profesionales presentado al parlamento por el Poder Ejecutivo y redactado siguiendo los requerimientos de la CGT. Esta información, lleva a la conjetura de que el operativo -dirigido contra un diputado que impugnó la Ley de Asociaciones Profesionales-, estaba ligado a sectores de choque de la burocracia sindical y no al ministerio de Bienestar Social manejado por José López Rega. 

Acerca del homicidio del sacerdote Carlos Mugica cometido el 11 de mayo de 1974, se comprobó mediante una investigación hecha por el periodista Juan Bautista Yofre, que el autor fue Montoneros y no la Triple A como se creía hasta hace un tiempo. Por lo tanto, el primer crimen firmado por la verdadera Triple A (la Alianza Anticomunista Argentina de José López Rega), fue el del diputado Rodolfo Ortega Peña el 31 de julio de 1974. 

Hasta el momento de su fallecimiento, el fundador y líder del Partido Justicialista, creyó que podía combatir la insurgencia de las organizaciones guerrilleras con la reforma del Código Penal y los jueces constitucionales. De hecho, había manifestado públicamente su oposición a un modelo de represión ilegal en diciembre de 1973: “Muchas veces me han dicho que creemos un batallón de la muerte como el que tienen los brasileños, o que formemos una organización parapolicial para hacerle la guerrilla a la guerrilla. Pienso que eso no es posible ni conveniente. Hay una ley y una justicia y quien delinca se enfrentará a esa ley y a esa justicia por la vía natural que toda democracia asegura a la ciudadanía. Creer lo contrario sería asegurar la injusticia, y andaríamos matando gente en la calle que ni merece ni tiene por qué morir. Yo no he de entrar por el camino de la violencia, porque si a la violencia de esos elementos le agrego la violencia del Estado, no llegamos a ninguna solución”.

Tras el ataque del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) al cuartel de Azul, el 19 enero de 1974, ya estaba al tanto del problema que debía afrontar: no dejaba de decir en privado que a la subversión la corría con la policía. En aquel entonces, Perón ya era un anciano. Lúcido, pero un anciano. Él tenía pensamiento propio, pero prácticamente no tenía capacidad de acción. Y en ese sentido, en cierto modo era un prisionero de la edad. Y la persona que podía mantener la situación, su esposa (María Estela Martinez), era la aliada más estrecha de López Rega. De tal modo que Perón tenía serias limitaciones reales a su capacidad de acción y por eso no podía enfrentar todos los problemas a la vez. Además, estaba muy cansado, tenía un problema de la próstata y le dolía el corazón, lo cual le hacía estar cada vez más dependiente de su entorno.

Luciano Ingaramo

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