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Dos años del Gobierno de Cambiemos

by Luciano Ingaramo
 
El 10 de diciembre de 2017, se cumplieron 24 meses de que el líder de la coalición política Cambiemos, el ingeniero Mauricio Macri (quien fue dos veces jefe de Gobierno de la Ciudad), asumió como presidente de la Nación. Al momento de haber asumido, heredó una herencia nefasta muy similar a la del gobierno de la Alianza de diciembre de 2001, con la diferencia que contaba con una única ventaja: baja deuda externa. Teniendo en cuenta que el déficit fiscal que había dejado el gobierno saliente era muy alto, no quedaba otra alternativa que financiarlo con endeudamiento externo. En el transcurso de los primeros seis meses de gestión, el Gobierno de Macri logró con éxito desactivar las bombas de relojería que había colocado el kirchnerismo y no lo hizo a través de un ajuste brutal sino con un ajuste gradual. A mitad de este año, ese ordenamiento de las cuentas públicas manifestó sus consecuencias reflejadas en grandes aciertos: la recuperación de las reservas en el Banco Central, la reactivación de la obra pública, el aumento de la llegada de inversiones, la reactivación de la economía en sus diversos sectores, el crecimiento del crédito para la vivienda, la reactivación del consumo y el descenso de la inflación y la pobreza: 23%, la más baja desde 2009, y 28%, un nivel inferior al 29% que había dejado el populismo kirchnerista en diciembre de 2015.
 
Otro gran logro del Gobierno Nacional, fue la quita del cepo judicial, es decir, la devolución de la libertad a los jueces federales del Poder Judicial para que puedan hacer su trabajo: hacer justicia. Tal es así, que el 7 de diciembre pasado, la ex presidenta Cristina Fernandez de Kirchner del gobierno saliente (actualmente senadora por la Provincia de Buenos Aires), recibió la peor noticia de su vida: el juez federal Claudio Bonadio ordenó su desafuero en el Senado y la procesó con prisión preventiva por la causa del memorandum con Irán (un pacto con dicho país para encubrir a los responsables del atentado a la AMIA en julio de 1994), ya que considera que de continuar en libertad, podría suceder cualquiera de las dos causas que justifican la prisión preventiva: el peligro de fuga (eludir de la Justicia) y el entorpecimiento de la causa. Ahora, sólo resta que el Senado decida su desafuero y cuando eso ocurra, la “abogada exitosa” quedará automáticamente presa. Este alarmante hecho para Cristina Fernandez y para toda su familia, derrumbó una hipótesis sostenida por algunos periodistas en estos dos años: un supuesto pacto de impunidad entre Macri y Cristina para que no vaya presa. Algo inverosímil, puesto que en todo este tiempo, el grado de complicación de la situación judicial de la ex-jefa de Estado fue in crescendo
 
Afirmar que Cambiemos es un régimen de corte neoliberal que gobierna para los ricos -como continúan haciendo los políticos populistas del kirchnerismo y sus operadores de prensa-, es visiblemente falso a la luz de los hechos: los subsidios para los sectores sociales más vulnerables (aquellas personas que no tienen trabajo y están en la pobreza) no se eliminaron, el 76% del gasto público se destinó en gasto social, se hizo una reforma previsional en la que los jubilados tendrán un aumento trimestral del 4-5% de su jubilación por encima de la inflación y se aprobó en el parlamento una ley de reforma tributaria en la que los sectores del peso pesado del poder económico pagan el impuesto a las ganancias: el juego y los particulares que realizan operaciones especulativas con la compra-venta del dólar futuro. Claramente, la ideología de Macri no es neoliberal sino desarrollista (de centro/centro-izquierda) porque cree que el motor de la economía es la inversión y no el consumo, lo que no quiere decir que esté en contra del consumo, la exportación y la importación. No lo está. 
 
El Gobierno tiene errores que debe corregir: el área de Comunicación es débil porque a veces no comunica bien y no pone suficiente énfasis en las cosas buenas que hace sin caer en la propaganda partidaria. Tiene que aumentar el ejercicio de la mano dura con presencia de la Policía en los espacios públicos (como la Plaza del Congreso y el Cabildo), para evitar que vuelvan a ser destrozados por grupos opositores fascistas (que buscan desestabilizar la democracia cuando no están de acuerdo con un proyecto de ley que se debate en el Congreso), ya que el dinero para la reparación de esos lugares sale de los impuestos de los contribuyentes. También, tiene que mejorar la previsibilidad en cuanto a los objetivos con los que se compromete: se había anunciado que para diciembre de este año, se alcanzaría la meta de una inflación del 17% y eso no se cumplió. 
 
El triunfo del oficialismo en las elecciones legislativas del 22 de octubre enterró para siempre a la vieja y mala política de corte populista implementada por el kirchnerismo autoritario y terminó por consolidar el cambio que la sociedad manifestó en noviembre de 2015, como un giro radical hacia un proyecto de país demócrata republicano largoplacista. El cambio elegido es el correcto, es gradual, es difícil y requiere de un esfuerzo colectivo debido a que no se trata de un cambio meramente político y económico, sino aún más complejo y profundo: un cambio cultural. 
 
Luciano Ingaramo
 

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