Alfonso Prat-Gay nació el 24 de noviembre de 1965 en la ciudad de San Miguel de Tucumán, Provincia de Tucumán. Es Licenciado en Economía graduado en la UCA (1988). Fue Presidente del Banco Central entre 2002 y 2004 y Ministro de Economía entre 2015 y 2016. Actualmente, trabaja en una consultora cuya oficina está ubicada en el barrio de Las cañitas.
¿Cómo fue que decidiste estudiar economía?
Año 1983, yo estaba terminando el bachillerato. Estaba llegando la democracia porque en octubre de ese año se votó. Yo no voté. Eso para darte el contexto. Siempre tuve facilidad con los números y siempre tuve una preocupación por lo social. Y eran años además, de altísima inflación. Lo que me preguntaba con las pocas herramientas que tenés antes de terminar el bachillerato, cómo es esto de que la ciencia económica que fue creada por el hombre para el hombre y no puede resolver un tema tan sencillo, tan presente como el de la inflación. Me apasionó eso. Tratar de entender ese monstruo que creó el hombre y cómo se podía ordenar. Y ese fue mi desafío. Dije: yo quiero aprender de economía para un día poder dominar la inflación. Mi padre tenía un ingenio azucarero que había fundado su abuelo en Tucumán y él siempre tenía la expectativa de que yo me hiciera cargo. Y me acuerdo que cuando fui a contarle que iba a estudiar economía, no era lo que él quería. En aquella época los padres tenían mucha influencia.
Claro, era como que había que seguir el mandato familiar.
Sí, había que prestar mucha atención a lo que decían y al mandato familiar. Y entonces, le conté al viejo que quería estudiar Economía porque quería ser Ministro de Economía. Él siempre contaba esa anécdota. No sé hasta cuánto lo exageré para zafar de su presión pero sí, era eso. Año 1983, Argentina emitió un billete de un millón de pesos. Y era una rareza total. Era cómo el foco del mundo: qué está pasando en Argentina que hay tanta inflación. Y ese fue más o menos el entorno en el que tomé esa decisión. Y después me fui entusiasmando muchísimo durante la carrera.
¿Cuál es el recuerdo más palpable que tenés de tus primeros años como economista?
Varias cosas, porque yo cuando empecé a trabajar el día que fracasó por completo el Plan Primavera. Estamos hablando de febrero de 1989. Yo terminé la universidad en el ’88 y empecé a trabajar en el estudio de Javier Gonzalez Fraga en febrero del ’89. Y esa semana empezaba como un aprendiz y estaban todos en el estudio muy alborotados porque vino la maxi devaluación del Plan Primavera que después, a los pocos meses terminó con el Gobierno de Alfonsín. Fue como un laboratorio. Yo venía de la parte académica. Quería entender bien cómo funcionaba la economía en la práctica y esos primeros meses fueron apasionantes. Después, Gonzalez Fraga terminó siendo el Presidente del Banco Central en el Gobierno de Menem cuando él asume a mediados del ’89. Entonces, ahí lo que sucedió fue que se reconfiguró todo el equipo del estudio, yo tuve más posibilidades y estaba a cargo de seguir toda la cuestión monetaria. En aquella época no existía el Excel, existía el Lotus 1,2,3. Me hacía mis grandes planillas. Y me acuerdo una vuelta que hubo una circular del Banco Central, que para mí estaba mal. Anunciaban un cambio. Yo voy y le digo al director del estudio técnico: “Hernán, hablá con el Banco Central porque tengo amigos en el estudio y esta circular está mal”. Y me miraba como diciendo: “Vos acabás de empezar. La gente del Central debe saber lo que está haciendo”. Y yo le dije: “Mirá, para mí la tasa del Central se va al 1000% mañana si no la cambian”. Y dijo: “Bueno, bueno”. No avisó su chequeo de rigor, no lo culpo por eso. Al día siguiente abre el mercado, se dispara la tasa y el Banco Central tuvo que cambiar la circular. Así que a partir de ese día nos miraron de otra manera en el estudio.
Hace varios años contaste que el célebre economista con el que te identificás ideológicamente, John Maynard Keynes, decía que había ciertas condiciones que deben imperar para aplicar la receta que él propuso en su obra magna (“Teoría general del empleo, el interés y el dinero”). ¿Cuáles son esas condiciones que deben imperar en la economía?
La manera de mirar la Teoría General y las prescripciones y las recetas de Keynes en ese momento, era un momento de como para la astronomía, un agujero negro. La economía estaba en una recesión muy profunda. El crack financiero del ’29 y la recesión mundial que vino después. Y él en su Teoría general incluye su interpretación de lo que estaba sucediendo con lo que muchos economistas keynesianos llaman “La trampa de liquidez”, en un momento donde la política monetaria era inefectiva y entonces era necesario reactivar la economía a través de la política fiscal. Y todo su pensamiento es un poco los fundamentos de lo que después terminó siendo el New Deal, que se aplicó más en Europa que en Estados Unidos. Pero básicamente, la idea de cuando se retira el sector privado, él habla de los “espíritus animales”. Entonces, dice que los inversores o el inversor privado, o el que toma riesgo en un emprendimiento privado, tienen en general un comportamiento como de masas. Se entusiasman todos juntos o se asustan todos juntos. Y entonces, lo que tiene que hacer el sector público, es compensar esa euforia o esa depresión. El mundo se quedó con la idea de que Keynes estaba atacando la depresión, pero su prescripción era para los extremos del ciclo económico, tanto para la depresión como para la euforia. Y en la depresión, lo que decía es que si se retira el gasto privado, esto provoca una espiral hacia abajo y entonces, la responsabilidad del Estado es compensar eso con inversión pública. Con gasto público, pero sobre todo con inversión pública. Entonces, eso era una prescripción para un momento muy particular. Hay muchos que analizan a Keynes sin tener en cuenta el contexto en el que escribió la Teoría General y sin atender el problema que quería resolver. Por ejemplo, lo tenés a Kicillof que cree ser un experto en Keynes en teoría, y que interpreta que Keynes siempre quiere gastar de más. Keynes nunca dijo eso. Vos mirás distintos escritos de Keynes y dice que lo que hay que tener es un presupuesto equilibrado.
Correcto. El presupuesto ordinario del gasto corriente tiene que estar equilibrado en todo momento y la inversión pública en infraestructura se tiene que financiar en un presupuesto de capital separado.
Exacto. Pero la lógica detrás, es que es una política contracíclica. Cuando el sector privado está eufórico y está generando una expansión económica, el Estado se retira y acumula, por lo tanto, un superávit. Y cuando el sector privado se asusta y entra en depresión y en pánico, el sector público utiliza el superávit que acumuló antes para compensar ese comportamiento de los privados con un déficit transitorio. Pero a lo largo del ciclo económico, la receta de Keynes es cuentas fiscales equilibradas. Nunca fue lo que los kirchneristas quisieron adjudicarle.
Y además, a esto que me acabás de decir, considero que cabe mencionar que Keynes, cuando propuso esa receta, lo hizo en un contexto de desempleo y deflación. Porque todavía en esa época no existía la estanflación, que es la convivencia de la inflación con el desempleo.
Absolutamente. Y era un momento de un fracaso claro del modelo neoclásico que decía que no hay que hacer nada. En ese momento, la receta del economista era: jorobate con la recesión. Y Keynes vino a romper con eso. Y otra cosa genial de Keynes. Todo es genial en Keynes, por supuesto. Pero, pensando en las efectividades conducentes en donde influyó mucho, siempre se habla de la Teoría General, de cómo contrarrestar la depresión económica, la deflación. Pero él tiene un escrito mucho más chiquito que se llama “Las consecuencias económicas de la paz”. Él estaba como asesor del Tesoro Británico después de la Primera Guerra Mundial, estaba en las discusiones en Versalles sobre las reparaciones de guerra que había que imponerle a los alemanes. Y él, a mitad de camino de esas negociaciones, con todos los aliados se levanta y se va. Vuelve a Londres y dice: “Esto es absolutamente inaceptable”. Y vuelca todo su pensamiento de esas negociaciones en Versalles, en este libro pequeño que es “Las consecuencias económicas de la paz” que es de 1919. Él básicamente, si hacés esa lectura que es muy coloquial, no está escrito para expertos sino para gente lo que pueda leer, anticipa el nazismo. Dice: “Señores, ustedes con este revanchismo de querer acorralar a Alemania y que nunca Alemania vuelva a tener el armamento para atacar al resto de Europa, están creando un monstruo y este monstruo va a volver y va a ser peor que antes”. Y pegó en el blanco. Porque Keynes era mucho más que un economista. La economía para él, era para los ratos libres, era un pasatiempo. Por eso los economistas profesionales no lo querían a Keynes. El tipo hacía economía con mucho menos tiempo que ellos.
Y a colación de esto que estamos hablando, para evitar confusiones y para el público que no sabe o no entiende nada de economía, ¿cuál es la diferencia entre estimular la demanda de manera permanente (que es lo que hace un gobierno populista), y aplicar la receta keynesiana en el largo plazo?
La receta keynesiana en el largo plazo es que, si miramos un período de tiempo suficientemente largo, tu presupuesto tiene que estar equilibrado. Cuando falla el sector privado, tenés un déficit para compensar el defecto del gasto privado y cuando el sector privado está en expansión y está en euforia, te retirás ya sea con más impuestos o con menos gasto y de esa manera, tenés un superávit para compensar el déficit anterior. La otra interpretación, la del gasto permanente, no es una interpretación fiel de Keynes. Es usar a Keynes como excusa, para tener siempre déficit. Si te fijás cuáles son los pilares de la economía kirchnerista, era: siempre gastar más de lo que recibís, que la tasa de interés sea siempre menor que la inflación para estimular el gasto y cerrar la economía para que no se noten todos estos desequilibrios. Y eso nos llevó a la explosión final de ese modelo.
Hay mucha gente que cree que la inflación es que los precios estén siempre altos, lo cual no es cierto. ¿Qué es verdaderamente la inflación?
Hay miles de definiciones, pero la más aceptada en la profesión, es el aumento sostenido y generalizado de los precios. ¿Por qué es sostenido? Porque un aumento de una sola vez, no es inflación. Es un salto en el nivel de precios. Y generalizado porque se trata de todos los bienes de la economía. Cuando hay una corrección de precios relativos, que cada tanto es necesario porque hay un commoditie se hace más escaso o más abundante o por la razón que sea, se acomoda a la relación de precios relativos. Son algunos bienes cuyo precio están subiendo o algunos bienes cuyo precio están bajando, eso no es una modificación generalizada. La inflación como tal, lo entendemos los economistas como el aumento sostenido y generalizado del nivel de precios. Cuestiones de una vez, cuando hay un impuesto, ahora se está discutiendo la reducción del impuesto PAIS. Vamos a ver qué impacto tiene en septiembre. El impacto que tenga, no te afecta a la inflación, te afecta al nivel de precios porque es algo de una sola vez. La inflación es un problema cuando adquiere su propia dinámica y su propia inercia. Aumento sostenido y generalizado de los precios.
¿El origen de la inflación radica exclusivamente en el gasto deficitario financiado con emisión monetaria sin respaldo o hay otras causas?
No, hay muchas causas. Ésta, quizás sea la más importante. Como causa inmediata la emisión y como causa mediata, la existencia de un déficit que no puede ser financiado de otra manera. Pero también hay casos, y lo hemos visto en la historia Argentina donde sin emisión, la inflación se mantiene alta igual. O incluso sube, como la última parte del gobierno de Macri. Porque obviamente que la oferta de moneda es un factor, pero también hay que considerar la demanda. Y la demanda depende de muchas otras cosas. Depende del nivel de actividad económica, depende de las expectativas, depende del nivel del tipo de cambio. Entonces, son muchos factores. Lo que ocurre, es que en la Argentina ha sido tan potente el factor de la emisión, que para muchos economistas es fácil decir que si bajás la emisión, entonces no tenés inflación. La verdad es que hoy tenemos un Banco Central que no está emitiendo, pero que tiene una inflación del 4% mensual que es muy alta. O al revés, cuando a nosotros nos tocó la responsabilidad del Banco Central a fines de 2002, tuve una gran discusión con el Fondo Monetario que decía que había una borrachera monetaria, que acá se emitió de más y para bajar la inflación hay que reducir la cantidad de dinero. Yo tenía otra visión, que mostraba el caso de Japón que emitía, emitía, emitía y tenía deflación en la década del ’90. Y después de una gran discusión con el Fondo que la ganamos, hicimos exactamente lo contrario que lo que ellos nos recomendaban, expandimos la base monetaria casi un 30%. Estoy hablando del año 2003. O sea, para ellos era una política monetaria expansiva, pero la inflación bajó del 40% en 2002 al 3,7% en 2003. Dicho sea de paso, la última vez que Argentina tuvo inflación de un dígito fue cuando nosotros estábamos en el Banco Central. En 2003 y 2004, aplicando recetas que eran totalmente contrarias a las del Fondo Monetario y contrarias a los que dicen que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Es mucho más complejo que eso.
Comentaste en varias ocasiones que para combatir la estanflación, hay que tener un plan integral compuesto por una pata de estabilización y otra de desarrollo, lo cual implica enfriar la demanda agregada y al mismo tiempo estimular la oferta agregada. ¿Qué significa hacer eso?
Significa que estás trabajando en dos planos, para evitar que la medicina que aplicás para resolver un problema no te genere otro. Los efectos colaterales. No soy muy amigo de los economistas usando metáforas médicas, pero en este caso viene bien. Necesitás un medicamento muy fuerte para resolver un problema, pero ese medicamento tiene efectos colaterales. Entonces, dame el siguiente. Un calmante porque tenés un dolor muscular. Si tomás muchas veces ese calmante, empezás a tener un problema intestinal o en el estómago. Entonces, tomás algo que te cura de eso. La lógica acá, es la misma. Vas de frente para resolver un problema que es la inflación. Tenés que enfriar la demanda interna para evitar los excedentes que puede haber en el mercado local de presión sobre los precios, pero si solamente hacés eso, pasás de cómo te dije al principio, de pasar de un riesgo de hiperinflación a un riesgo de hiperrecesión. Entonces, lo que hacés es compensar todo ese efecto sobre la demanda que te tira para abajo la actividad económica, pero empujás la oferta. Al final del cuento, si tuviera los gráficos te podría mostrar el desplazamiento de la demanda y el desplazamiento de la oferta que genera una baja en la inflación, pero sin un costo en términos de actividad económica. Yo creo que el Gobierno de Milei no lo entiende de esa manera porque no veo en este gobierno una visión de hacia dónde va, de una política de desarrollo, pero creo que copiando alguna de las cosas de Cavallo, está intentando hacerlo quizás sin saberlo con el Ministerio de Sturzenegger. La desregulación es una forma de estimular la oferta. Quizás no es la más efectiva ni la más eficiente, pero por lo menos ahí hay una pata ahí, que de otra manera no hubieras tenido.
Justamente, a colación de esto último que mencionaste, ¿cuál es tu análisis sobre estos ocho meses casi nueve, del Gobierno de Javier Milei?
Me parece que Milei asumió con un mandato muy claro que era bajar la inflación. Fue muy hábil en comunicar al principio de su mandato, básicamente estableció la idea de que toda la licuación que ellos aplicaron, era inflación del gobierno anterior. Esa licuación le permitió ordenar un poco más el Banco Central. Y bueno, vemos que después de ese tremendo salto de inflación, ahora la cosa está estabilizándose pero en un nivel relativamente alto. Me parece que en la medida en que hubiera habido un riesgo de hiperinflación, hoy desapareció, pero quedan muchos problemas por resolver. Y las propias soluciones que utilizó el Gobierno, hay que ver si se pueden sostener en el tiempo. Un fenomenal ajuste fiscal, y después el enjuague de deuda entre el Banco Central y el Tesoro, que simplemente cambió una deuda por otra, como no hubo aportes de fondos del exterior, mantiene la misma estructura complicada de vencimientos de deuda en el corto plazo. Solamente que ahora son del Tesoro en vez del Banco Central. Pero te diría que más que nada, lo que no veo es un programa económico. Veo un equipo de trabajo en una única dirección, que es la de bajar la inflación y no veo que haya una visión de equilibrio general. Y por supuesto, hay dos cosas que yo personalmente, durante la campaña siempre le disputé a Milei que son: la dolarización. Me dijeron de todo por eso. Y que el ajuste fiscal que él proponía era sobre la casta, también resultó ser falso. Lo vemos en la discusión de esta desesperación que tienen con el veto que les saca recursos a los jubilados, demuestra que en realidad el ajuste no cae sobre la casta exclusivamente sino que cae sobre todos y en particular, la tercera parte del ajuste cae sobre los jubilados. Es terrible.
¿Te preocupa que tanto Milei como su equipo económico tengan un sesgo anti obra pública?
Sí, claro. Hoy mismo lo tuvo que explicar Francos de una manera que no sé cómo hacía para explicarlo. Estuvo en la Cámara de Diputados respondiendo las preguntas de los legisladores y muchos legisladores le hicieron esta misma pregunta: ¿cómo puede ser que Sturzenegger haya dicho que se terminó la obra pública en Argentina? Es absolutamente inviable ese concepto porque primero, Sturzenegger debiera saber porque existe la teoría de los bienes públicos. Hay bienes que solamente puede proveer el Estado. Y para esos bienes, muchas veces hace falta inversión en infraestructura. Entonces, sin la inversión en infraestructura, el Estado no podría estar proveyendo los bienes públicos que solamente el Estado puede proveer. Y en algunos otros casos, donde podrías discutir si tiene o no que estar el Estado pero que ya está, la falta de inversión pública implica falta de mantenimiento y eventualmente problemas concretos. Si no se reinvierte en el sector ferroviario, en las rutas, en tantos sectores que podríamos pensar, eventualmente esa falta de inversión se va a manifestar con un costo económico y social muy grande.
Siempre que lo escucho a Sturzenegger y quizás por su ideología, está claro que pertenece a un grupo de economistas que pareciera que están aferrados a un dogma de fe de que el mercado resuelve todo. ¿Cómo lo ves?
Me parece que la economía es más compleja que una línea ideológica. Más allá de dónde te pares en la ideología, creo que todos los economistas asienten que existe el efecto multiplicador de la obra pública, que si querés reactivar una economía y vas a poner un peso para hacerlo, te conviene siempre ponerlo en construcción y en obra pública porque eso genera más empleo, genera más gasto y pone más rápido en movimiento la cadena productiva. Eso creo que va más allá de cualquier ideología dentro de la economía. Entonces, me parece que es mucho más que ideológico.
A tu criterio, ¿por qué Argentina todavía no logró encontrar un equilibrio duradero entre una política de mercado interno y otra de mercado externo?
Es una excelente pregunta. Me parece que a lo largo del tiempo, como el foco está puesto en el equilibrio interno, el riesgo es que se descuide el equilibrio externo. Esto fue mi gran discusión dentro del Gobierno de Macri y cuando me fui del gobierno, tratando de señalar algunos de los problemas. Mencionabas a Sturzenegger. Él tenía una idea de abrir por completo al tipo de cambio que fuera y creía que el equilibrio externo no importaba. Cuando yo me fui del Gobierno, la primera resolución que tomó Nicolás Dujovne como ministro, fue eliminar el período de cuarentena que teníamos nosotros para los capitales golondrina. Y esto era muy importante, porque al eliminar todas las restricciones, tuviste un ingreso muy fuerte de capitales en el 2017 que le dieron una apariencia de que la cosa estaba bien, pero en el 2018 cuando tuvieron la oportunidad, se fueron todos. Y eso te generó ese gran desequilibrio. Por eso te decía antes que falta una visión de equilibrio general. Hay una mirada unidireccional. El mandato es muy claro en lo político: que Milei baje la inflación. Muy bien. El equipo económico cree que hay una sola forma de hacerlo que es a través del ajuste fiscal, pero también empieza reforzarlo con cuestiones como atraso cambiario, esta idea ahora de bajar el impuesto PAIS para que parezca que bajan los precios. Todo esto, empieza a descuidar el otro frente, que es el frente externo. Y el único momento donde Argentina anduvo bien, cuando tenía la economía equilibrada, es con una situación fiscal acorde a su capacidad de crédito. ¿Qué quiero decir? Si no tiene crédito, entonces tiene que ser un equilibrio fiscal, porque si tiene acceso al crédito puede ser un déficit bajo y sobre todo, superávit corriente o superávit comercial. Y hoy, todavía tenés un superávit en la cuenta externa porque las importaciones están muy afectadas por regulaciones y también por la recesión. Pero el riesgo que veo, es que en cuanto se recupere la economía que no parece que vaya a ser pronto, eso te va a generar tensiones en los precios pero sobre todo tensión en el sector externo. Y ahí es donde necesitás tener una cosa más equilibrada.
¿Cuál creés que es la mayor autocrítica que debe hacer la dirigencia política y los empresarios? Sobre todo los grandes, más que nada.
La dirigencia política, su alejamiento respecto de la gente, de las preocupaciones de la gente. Lo he visto en tantos funcionarios, tanto en el Poder Ejecutivo como en el Poder Legislativo. La alfombra roja contamina mucho y es bastante fácil creérsela. El otro día, di una charla y se acercó una persona y me dijo: “Yo soy muy amigo de una señora que todavía hoy es secretaria en el Banco Central y me dice que vos sos el único presidente del Banco Central que recorría los pasillos y las oficinas y trataba de enterarse de lo que le pasaba a los distintos funcionarios en el Banco Central”. Yo nunca quise peder eso, el contacto. En ese caso, en un rol técnico pero después, en otros roles políticos, el contacto con la gente. Y me parece que hay muchos que se aturden con el chofer y con la alfombra roja y se olvidan que al final del día, el funcionario es un servidor público. Los sajones hablan de “Public service”, no hablan de funcionario. Y me parece que eso es lo que pasa. Cuando los políticos se olvidan de que tienen un mandato acotado y de que el jefe, es el pueblo y que ellos laburan para el pueblo y no al revés. Y creo que eso en Argentina ha pasado mucho y las consecuencias las vemos en la práctica. Y los empresarios, me parece que los empresarios argentinos están demasiado acostumbrados a hacer negocios con el Estado. No digo que todos sean negocios sucios, sino de negocios a partir de regulaciones del Estado. Y les cuesta mucho competir, porque no están acostumbrados a competir. Y me parece que eso también habría que modificarlo. Establecer reglas de juego diferentes. Obviamente no abrir todo de golpe para que los empresarios locales se fundan y para que entren todas las importaciones, pero por lo menos establecer un esquema donde el aporte del empresario no es quedarse con una renta sino hacer el servicio que tiene que hacer un empresario, que es ser eficiente en lo que produce y aumentar la productividad.
Siempre se te escucha expresar tus propuestas de manera clara, concreta, sensata y con rigor argumental. ¿Te gustaría plasmarlas en un libro?
Sí, me encantaría, pero nunca llego a hacerlo. Por falta de tiempo es la obvia. Pero si me permitís la expresión: soy muy hincha pelotas. La verdad es que , las veces que he intentado, cuando vuelvo atrás y miro el capítulo dos, capítulo tres, no quiero cambiar porque soy muy autoexigente. Entonces, es como que me da un poco de miedo plasmarlo todo en un libro que dentro de dos meses lo vuelva a mirar y lo quiera volver a cambiar.
Teniendo en cuenta que considerás que la economía es una ciencia eminentemente social, ¿qué aspectos del comportamiento Argentino se necesitan concientizar para identificar las causas y que los ciudadanos se involucren para producir cambios en ellos mismos?
Buena pregunta, es difícil de responder porque vas al fondo de la cuestión que es una cuestión cultural. Algo nos pasó. A toda la dirigencia argentina. Hablábamos de los políticos, de los empresarios, también a los dirigentes gremiales, a los formadores de opinión, a los pensadores. Y especialmente creo que durante el kirchnerismo, hubo una especie de ola donde nos hacían creer que podíamos obtener algo a cambio de nada y que podíamos vivir por encima de nuestras posibilidades. Y yo ahí sí le reconozco un gran valor a Milei de haber dado esa discusión, de haberla ganado y de haber establecido ahora desde la Primera Magistratura la idea de que no tanto de que siempre tenga que haber equilibrio fiscal, pero que hay una restricción presupuestaria. De que no todo es gratis. De que no podemos vivir con el plan, de que tampoco podemos vivir solamente de subsidios y que no podemos subsidiar a los que más tienen. Esta fiesta de que yo como político le doy este beneficio a alguien o que donde hay un derecho, hay una obligación. Me parece que Milei, con todo su altruismo y todo lo bueno y lo malo de su manera de comunicar ha logrado instalar eso. ¿Pero por qué lo traigo a colación? Porque me parece que tu pregunta lo está visibilizando. Acá hay una cuestión cultural. Yo recuerdo, para irme un poco más atrás, cuando salimos del Banco Central, le dediqué mucho tiempo a las microfinanzas. Habiendo estado en el Banco Central y habiendo sido regulador de los bancos, vi con mucha claridad que el sistema financiero no llega a todos los lugares donde tenía que llegar. Y las microfinanzas, lo que hacen es distintos países del mundo a través de pequeños préstamos, terminan acompañando a los que de otra manera estarían totalmente fuera del sistema financiero. Los emprendedores más humildes.
Conclusión: el crédito es justicia social.
¡Por supuesto! ¡Sí, como mínimo!
Porque de lo contrario solamente podría consumir el que tiene dinero.
¡Exactamente! Eso es una cosa. Y la otra cosa es, si lo llevás a la cuestión más técnica, es: la productividad marginal del capital, es mayor en aquellos lugares donde es casi inexistente el capital. Es más, es infinita la productividad marginal del capital. Entonces, como sociedad, si vos pudieras definirlo así, obviamente que deberías destinar muchos más recursos a esas áreas donde el capital es casi cero, porque la productividad marginal de ese capital es muy alta. Y quería hacerte esta reflexión de la cultura. Estuve varios años trabajando con instituciones de microfinanzas, ayudándolas a prestar mejor, a prestar más barato, a acompañar mejor a los prestatarios. Y una cosa que desde el primer lo momento lo vimos con mucha claridad, no me preguntes por qué, pero los prestatarios de origen boliviano y los de origen peruano y paraguayo, tenían una cultura mucho más disciplina de devolver los créditos. Estaba muy claro que las instituciones de microcrédito que trabajaban con inmigrantes de los países vecinos que te acabo de mencionar, funcionaban mucho mejor que las instituciones que solamente le prestaban a los emprendedores argentinos. Es una generalización la que estoy haciendo, pero básicamente esto a mí, me hizo ver que hay acá una cuestión cultural. Esta cosa que está establecida de que puedo vivir más allá de mis posibilidades. Si me prestan, puedo o no devolver. O en realidad, no está tan mal evadir porque el Estado no me compensa a mí y en todo caso el día de mañana va a haber un blanqueo. Fijate que ahora estamos discutiendo de vuelta un blanqueo. Los criterios morales, detrás del funcionamiento de nuestra economía necesitan ser modificados. No solamente de ahora, sino de muchos años atrás. Y creo que por ahí viene la discusión. Viste que Argentina, cuando comprarás con cualquier otro país, la comparación económica no la podés poner en ningún casillero. Es una economía mixta, pero yo creo que hay una dimensión ética que y una dimensión cultural, que si no la entendemos, nos quedamos en lo técnico y no lo podemos explicar.
¿Cuál es tu ambición y tu sueño para la Argentina del futuro?
Mi sueño para la Argentina del futuro, es que seamos el país que estoy convencido podemos ser, con todas las capacidades, con toda la potencialidad. Que dejemos de lado toda esta lucha fraterna que no conduce a nada, que abandonemos la idea de que han tenido todos los últimos gobiernos, esta concepción adánica de la política de que yo llego y soy el reformador que va a lograr todo lo que no hicieron los anteriores. La cosa del Mesías. Una cosa muy mesiánica. Me parece que al final del día, depende de la generosidad de cada uno y no del Mesías que nos viene a salvar. Estoy convencido de que podemos hacerlo de otra manera y mi sueño es poder colaborar para que eso suceda.
Luciano Ingaramo